jueves, 20 de julio de 2017

LA CONDESA DE MALIBRAN...

Ruinas de la casa donde vivió la Condesa de Malibrán.


El día de hoy les traigo una leyenda muy famosa dentro de la cultura popular veracruzana, se trata de la “Condesa de Malibrán” una historia que se mantiene viva al transmitirse de generación en generación.

Se cuenta que a principios de siglo XIX, el puerto recibió una visitante muy singular, que causó curiosidad y admiración por los locales; ella llegó acompañada de lujo, se sabía que era esposa de un Conde español que frecuentemente se ausentaba de casa por prolongados viajes de negocios; su casa era grande y lujosa y por la ubicación de la misma, fue conocida como la Condesa de Malibrán, pues se cree que los terrenos que ocupaba la casa eran parte de un rancho y un panteón con el nombre de Malibrán y que ahora son las calles de Lafragua y Malibrán.


A Veracruz llegaban continuamente embarcaciones de varias partes del mundo y atraída por esta oportunidad, la Condesa de Malibrán se dirigía hacia los muelles, para buscar a algún visitante que fuera de su agrado y así, invitarlo a su casa para departir con ella en alguna de las fiestas fastuosas que hacía en su mansión cuando su esposo se encontraba fuera. Se dice que las fiestas eran muy animadas, que se invitaba a muchas de las personalidades de la élite de Veracruz y que las fiestas duraban hasta el amanecer. Para este momento, la gente se retiraba a sus aposentos y así, la Condesa podía pasar un tiempo a solas con su acompañante en turno, sin embargo, esa era la última vez que se le volvía a ver al joven, pues pasados los días, no volvía a ser visto.

Mientras tanto, la Condesa seguía intentando tener hijos y visitaba a la bruja, pues creía que tenía un maleficio y deseaba que ella se lo quitara. Un día, por conducto de esas hechicerías, logro embarazarse, teniendo por resultado el nacimiento de un hijo del que se dice era deforme y al cual trató de ocultar, manteniendo su vida de fiestas exageradas y amores ocasionales que desaparecían sin dejar rastro alguno.

Pero como en toda historia, los secretos se saben tarde o temprano y fue cuando el esposo de la Condesa regresó un día, antes de lo previsto. Para asombro del español, se sorprendió cuando al abrir la puerta, el criado tenía en sus brazos al “niño”, así que el Conde corrió inmediatamente a la recámara de su esposa para encontrarse con otra sorpresa aún más abrupta: la Condesa estaba en la cama con su amante en turno, un joven que había elegido como tantos otros pero que esta vez moriría junto con la Condesa cuando el español, lleno de ira y despecho, clavó su espada en cada uno.



Momentos después, el español ordena al criado que eche los cuerpos del joven y la Condesa, así como el del niño a un pozo lleno de lagartos, ubicado al fondo de la propiedad. El criado relata como él había sido testigo de todas las cosas que hacía la Condesa, de cómo mataba a sus amantes y de cómo los arrojaba al pozo con lagartos para no dejar huella. El Conde queda horrorizado y a la vez estupefacto por todas las cosas que oye, por lo que su vida nunca vuelve a ser normal.
Se dice que el buen Conde se volvió loco y que se le veía muy seguido por las calles del puerto gritando fuertemente “justicia, justicia, y que muera la Condesa.



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